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Qué pasaría si...

Antes de que toda esta locura mundial empezara, estaba almorzando con un grupo de mis amigos más cercanos y estábamos hablando acerca de Dios, evangelismo, la Iglesia y cómo algunas veces nosotros, el Cuerpo de Cristo, estamos fallando en mostrar el amor y misericordia de Dios a aquellos que están sufriendo, especialmente dentro de la Iglesia, y cómo mucha gente se está yendo o hasta se está suicidando por nuestra inhabilidad de tener compasión.


Esta conversación se ha quedado conmigo desde entonces, haciendo que me pregunte la razón del por qué: ¿por qué nosotros, la Iglesia no estamos siendo lo suficientemente eficientes en el amor de Cristo para alcanzar a aquellos que están sufriendo y en necesidad, especialmente en el área de la salud mental? Y quiero resaltar que no estoy diciendo que no lo estemos haciendo, solo que no estamos siendo lo suficientemente eficientes y en algunas áreas no estamos listos. Y a lo largo de estos meses, en los que he tenido más tiempo para pensar, estudiar y orar al respecto, gracias a la interminable cuarentena y aislamiento preventivo obligatorio, he llegado a las siguientes conclusiones.


Primero, no tenemos el suficiente conocimiento en lo que respecta a la salud mental. Muchas de las premisas que tenemos vienen de la intuición y de lo que asumimos que es, pero no realmente de un conocimiento. Debemos empezar por entender que la psicología como ciencia es muy joven, ya que se entiende como tal desde finales del siglo XIX, mientras que las medicina como ciencia data de la prehistoria. Teniendo en cuenta la anterior, se puede concluir que el conocimiento que cada una tiene, la profundidad y los avances para el estudio de las dos es muy diferente, con lo que se puede decir que la psicología está en una etapa de infancia en comparación con la medicina. Aún así, se han hecho grandes avances en lo que respecta a la salud mental, pero todavía falta un gran camino que recorrer.


Teniendo claro lo anterior, es muy importante entender que en lo que respecta a las enfermedades de la salud mental, como la depresión, la ansiedad, la bipolaridad, etc., la batalla se libra en la mente, y si todas las batallas de la vida se libran ahí, pero lo que quiero decir es que es la batalla de la mente contra la mente; es como una enfermedad autoinmune en la que el cuerpo ataca sus propios anticuerpos; así son las enfermedades mentales, tu mente está atacando aquella parte de ti la cual es la que pelea la batalla. Y es por esa razón que en lo que respecta a las enfermedades mentales necesitamos muchas más ayuda de las personas que nos rodean, que de pronto en otras batallas que estemos enfrentando.


Y para poder ayudar a aquellos que están enfrentando estas batallas, es de suma importancia entender y conocer a qué es lo que se están enfrentado. Dicho esto, la primero que debemos tener claro es que la depresión y la ansiedad (y las demás enfermedades mentales, pero nos concentraremos en las dos primeras) NO SON una simple preocupación, tristeza o angustia. Son emociones extremas, excesivas, incontrolables, desmedidas e intensas, producidas por desbalances en los niveles de serotonina y otros neurotransmisores en el cerebro. Por esta razón, no deben ser tratadas como si fueran como algo simple o pasajero, sino por el contrario, deben empezar a verse como lo que en realidad son: una enfermedad mental, la cual afecta a las personas igual o más de lo que las podría afectar un cáncer, un sida o una enfermedad autoinmune. Debemos dejar de pensar que es falta de poner los ojos en Jesús, o de no orar lo suficiente o no tener suficiente fe.


En mi experiencia personal, en los momentos en los que mi ansiedad ha estado en sus puntos más críticos es cuando más he tenido mis ojos puestos en Jesús, es cuando más cerca he estado de Él, porque se que sin Él no podría seguir adelante. Entonces necesitamos quitar ese paradigma que está impidiendo que podamos ayudar de manera eficaz a aquellas personas que están padeciendo estas enfermedades, tanto dentro como fuera de la iglesia.


Toda la vida me ha encantado el cine, no solo por el entretenimiento, sino porque en todas las películas siempre hay algo que deja una enseñanza. En la película <<Footloose>> del 2011 (bueno el remake), hay una escena en la que el pastor llega a la iglesia y encuentra a su hija con su esposa y la hija tiene la cara morada porque alguien le pegó; después de una discusión al respecto la hija dice lo siguiente a su papá:


"¿No es esta mi iglesia? ¿No es así? ¿No es aquí donde se supone que debemos hablar de nuestro problemas? He estado tan perdida, he estado perdiendo la cabeza, y tu ni siquiera lo ves, ¡ni siquiera te importa!"


Y esa es mi pregunta, ¿nos están importando aquellos que están sufriendo? ¿los que están perdiendo su cabeza? ¿Nos importa de verdad? O simplemente decimos que es así porque es lo Cristianamente correcto por decir. Tenemos que recordar lo que Santiago 2:17 dice, que la fe sin obras es muerta, es decir, nuestras palabras sin acciones que las respalden no valen nada.


Segundo, estamos más preocupados por nuestra "posición" dentro de la iglesia que por ser luz y mostrar el amor de Dios a aquellos que están pasando por dificultades en su salud mental. Estamos más preocupados por demostrar que tan santos somos, cuanta Biblia sabemos y cuantos likes tienen nuestras publicaciones acerca de Jesús, que por ensuciarnos las manos y los pies para ir y socorrer a aquellos que de pronto, en nuestra percepción no son tan santos o a la altura de nosotros. Estamos tan ocupados queriendo ser "celebridades cristianas" y usando nuestras redes sociales para alcanzarlo, pero se nos está olvidando aquellos que dice Santiago 1:26-27:


"26 Si alguien cree que tiene una relación con Dios pero falla en cuidar sus palabras entonces su corazón se está alejando y su religión es superficial y vacía. 27 la verdadera espiritualidad que es pura ante los ojos de nuestro Padre Dios es hacer la diferencia en las vidas de los huérfanos, y las viudas en sus problemas, y rehusarse a ser corrompidos por los valores de este mundo." (TPT)


En otras palabras, no importa qué tanto aparentamos, no importa qué tanto decimos o publicamos, lo que importa es lo que realmente vivimos de aquello que estamos hablando y lo que hacemos por aquellos que están teniendo problemas en sus vidas, en este caso, aquellas personas que están luchando con su salud mental. Es hora de empezar a hablar menos y a hacer más, poner las manos al arado y eso significa bajarnos del pedestal en que muchas veces nos hemos puesto a nosotros mismos y ensuciarnos ayudando a limpiar las "impurezas" de aquellos que lo necesiten.



Esto, la falta de conocimiento y el egocentrismo, no nos permite que tengamos misericordia y compasión por aquellos que están sufriendo, puesto que estamos tan enfocados en nosotros mismos que no podemos ver a los demás. No le damos el espacio al Espíritu Santo para que nos muestre el dolor ajeno, porque por lo único que oramos es por nosotros mismos, tenemos una fe egoísta.


Tenemos que entender que las enfermedades mentales son enfermedades silenciosas y por lo tanto no es tan fácil reconocerlas o hablar de ellas. En la última temporada de <<13 reasons why>> en el funeral de uno de los personajes el ministro dice lo siguiente: "Muy poco cuidado, demasiado odio e ira y dolor. Hay un gran número de enfermedades silenciosas, un número de dolencias que prosperan cuando somos silenciosos al respecto, porque dejamos que nuestros miedos, nuestra vergüenza, nuestros códigos morales manipulados nos mantengan en silencio mientras que la muerta acosa a más niños. Yo digo que es suficiente, suficiente de echar culpas, suficiente de apuntar con el dedo, suficiente de confundir a aquellos que reportan el problema con aquellos que lo causan"


Y así es, es hora de empezar a educarnos y hablar al respecto, es hora de hacerle frente desde obviamente la fe, pero también desde el conocimiento, porque la misma Biblia dice en Oseas 4:6, que el pueblo de Dios perece por falta de conocimiento; y yo personalmente no estoy dispuesta a darle un centímetro más al diablo en la vida de las personas que me rodean


Entonces, ¿Qué pasaría si empezáramos a educarnos acerca de las enfermedades mentales? ¿Qué pasaría si estudiamos lo suficiente la Biblia para saber con certeza, y no por intuición, lo que la Biblia dice al respecto de este tema? ¿Qué pasaría si dejáramos de temer a lo desconocido y aprendemos a abordarlo? ¿Qué pasaría si dejamos de creer que por ser cristianos está mal pedir ayuda profesional? ¿Qué pasaría si dejamos de creer que estar pasando por algún problema se salud mental significa no tener fe o estar alejados de Dios? ¿Qué pasaría si dejamos de suponer y empezamos a preguntar?


Yo creo que si empezáramos a hacer todas éstas cosas, más batallas serían ganadas, más personas serían restauradas y estarían listas para cumplir el propósito de Dios para sus vidas, más personas serían ganadas para el Reino de los Cielos, pero lo más importante, le quitaríamos campo al diablo, ya que en mi opinión personal, ya somos tan buenos y tenemos tanta fe y conocimiento respecto a cómo ganarle la batalla en las enfermedades físicas, que ahora, su blanco principal son las enfermedades mentales, y hasta el día de hoy ha tenido mucho éxito en su propósito de hurtar, matar y destruir en esa área, no solo a aquellos fuera de la iglesia, sino también a aquellos dentro de ella.


Así que los invito a que dejemos de preguntarnos qué pasaría si, y empecemos a cambiarlo en realidades, a que empecemos a vivir realmente, a amar como Jesús ama, aunque en muchas ocasiones eso signifique incomodarnos a nosotros mismos y salir de nuestra zona de confort.





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